¿Quién quiere ser subordinado?
Esta conversación entre Jesús A. Núñez y Alfons Pérez sobre poscrecimiento y geopolítica forma parte del proyecto Geopolitics of a post-growth Europe de la Green European Foundation.
Los políticos no abandonarán el mantra del crecimiento económico a menos que un gran movimiento social les obligue a hacerlo, según el experto en relaciones internacionales Jesús A. Núñez y el investigador sobre energía y clima Alfons Pérez. En esta conversación, también plantean qué implicaría el poscrecimiento para la posición de la Unión Europea en el mundo. «A corto plazo, pierdes relevancia».
Este texto es una transcripción de la conversación entre ambos que moderó Raúl Gómez, director de Transición Verde.
Raúl: El principal pilar del Pacto Verde Europeo siguen siendo el crecimiento económico y el aumento del PIB. En este contexto ¿veis posibilidades reales de que las instituciones europeas a corto y medio plazo empiecen a planificar la Europa del poscrecimiento? ¿Creéis que esto está en la agenda política europea?
Jesús: Creo que el mantra del crecimiento como guía fundamental para comparar unos países con otros, para explicar a la opinión pública que las cosas van bien, no se va a abandonar a corto plazo. Desgraciadamente no está en la agenda. La idea de crecimiento es igual a buenas noticias, a que las cosas van bien. ¿Por qué? Pues, básicamente, porque tanto las relaciones internacionales como la política nacional están basadas en el corto plazo. La guerra del fin del mundo es para cualquier gobernante las próximas elecciones y no se mira más allá.
Me gustaría hacer referencia a Francis Fukuyama y su libro de 1992 El fin de la historia y el último hombre. Terminada la Guerra Fría, la humanidad asiste a la expansión a escala universal del modelo occidental, basado fundamentalmente en democracia parlamentaria y economía de mercado, con el crecimiento como elemento central. Fukuyama entendía que no se producirían grandes conflictos a escala como los vividos en el siglo XX, más allá de resistencias locales a ese modelo en algunos lugares del planeta, y con Estados Unidos y, en buena medida, la Unión Europea como impulsores. Hoy seguimos sin entender que ese modelo, le llamemos capitalista o neoliberal, lleva en su esencia el germen de la desigualdad y eso supone un enorme problema . Quienes nos dedicamos al estudio de la prevención de conflictos violentos y a la construcción de la paz sabemos que no hay ningún factor belígeno tan potente como las brechas de desigualdad.
En 2023 seguimos apostando por ese modelo centrado en el crecimiento y no parece que la Unión Europea esté entendiendo que ese crecimiento es insostenible. En mi opinión, el principal obstáculo a la hora de asumir la necesidad de cambiar el modelo es el cortoplacismo y la idea de que no hay ningún otro modelo que se pueda vender a la opinión pública.
Alfons: Actualmente las instituciones europeas no tienen ninguna propuesta claramente poscrecentista. Lo que sí se está viendo, sobre todo a partir de la pandemia, es un cambio en el relato. Se habla de recuperación verde y crecimiento verde, relato que quiere ser distintivo a nivel internacional, con un reposicionamiento europeo como garante de esa transición verde pero sin conllevar un cuestionamiento del crecimiento como tal. Ahora el crecimiento puede ser verde, puede haber un desacoplamiento entre impacto ambiental y crecimiento, una desmaterialización de la economía, los mercados son el motor de esa transición y la tecnología es el tótem que está en el centro de todo. Yo creo que tiene algunas connotaciones diferentes respecto a cómo se venía describiendo el crecimiento económico pero en el fondo sigue siendo la misma estrategia de crecimiento de siempre. Por ejemplo, se habla de desacoplamiento absoluto en la Unión Europea, de que ha crecido el PIB y paralelamente se han reducido las emisiones en un periodo de tiempo de dos décadas. Y se habla de desmaterialización de la economía y de transitar a una economía de servicios. Pero en estas dos décadas las importaciones desde China se han cuatriplicado. Especialmente a raíz de la pandemia, de la crisis energética y de la guerra de Ucrania, hemos empezado a ser conscientes de nuestra dependencia de las cadenas globales de suministro y estamos viendo propuestas desde lo público para una reindustrialización europea verde. Por tanto, no hay desmaterialización. La desmaterialización como tal comporta una dependencia de la tecnología, principalmente de China o del sureste asiático. Al final, volvemos a lo mismo. Solo hay que ver cómo se plantea el Pacto Verde Europeo. El crecimiento económico vuelve a estar en la centralidad del marco programático.
Jesús: En cualquier caso, en ese proceso de reindustrialización“verde”, se está produciendo un claro aumento de los presupuestos militares y esa tendencia irá al alza. Además una reindustrialización que no cuestiona las bases del modelo a lo que nos lleva, en definitiva, es a más competencia.
Raúl: Ante esta falta de iniciativa por parte de los poderes políticos nacionales y comunitarios, ¿creéis que la presión de los movimientos y colectivos sociales podrá incidir en sus decisiones y obligarles a dar el paso en un plazo corto de tiempo o esto queda aún muy lejos?
Alfons: Una reivindicación colectiva del poscrecimiento me parece complicada ahora mismo. Puede haber pulsiones que vayan en esa dirección. Después de la crisis financiera de 2008 y sus coletazos de 2012, en Cataluña se despertó bastante interés sobre el decrecimiento, pero pasada la crisis este interés se difuminó y quedó muy restringido a los círculos académicos. A partir de 2019, los movimientos de justicia climática, como Extinction Rebellion o Fridays for Future, han sido críticos con el modelo económico, pero el debate no estaba centrado tanto en el crecimiento económico y el PIB como su indicador, sino más bien en las emisiones de CO2 sin conectar el desbordamiento ecológico con toda la complejidad que lleva aparejada. Me resulta más fácil pensar que muchos movimientos sociales van a reivindicar derechos básicos y que la lucha por los derechos sociales recogerá esa crítica al crecimiento económico para convertirla en políticas que accionen el cambio de paradigma hacia el poscrecimiento.
«El poscrecimiento es como el desarme: o es multilateral o no hay manera de que un solo país lo adopte»
Jesús Núñez
Jesús: El Acuerdo de París sobre cambio climático nos ha demostrado de forma clara hasta dónde pueden llegar la ONU y las organizaciones internacionales, con un acuerdo que no tiene capacidad de vigilancia ni de sanción y que es básicamente una declaración de voluntades. No llega más allá y no es previsible pensar que la ONU o alguna otra organización internacional vayan a tener de repente más capacidades, y menos en este ámbito tan desafiante. Si pensamos en los gobiernos nacionales, se me hace muy difícil imaginar a un gobernante que directamente apueste por el poscrecimiento. ¿Cómo se lo vende a su opinión pública? Ocurre un poco como con el desarme: o es multilateral o no hay manera de que un solo país lo adopte. Pues esto es similar.
Por lo tanto, mi esperanza está claramente en la sociedad civil organizada. Es donde creo que hay margen de maniobra aunque no es un instrumento de corto plazo, es un instrumento de esfuerzo sostenido de largo plazo. Aquí la clave es la academia y las organizaciones de la sociedad civil con capacidad para crear un cambio de mentalidad que acabe presionando a las instituciones.
Raúl: Sin crecimiento económico ¿le sería posible a la UE mantener su relevancia en la esfera internacional ?
Alfons: A corto plazo, no. Como comentaba Jesús, si tú eres el primero en el escenario internacional que apuesta por un modelo diferente al hegemónico, a corto plazo pierdes relevancia. Es lo que ha pasado históricamente. Otra cosa es a medio o a largo plazo. Si la UE pone en marcha un modelo más autocentrado, con una cierta relocalización y autonomía, yo diría que a medio o largo plazo sí podría ganar relevancia, pues ser menos dependiente del petróleo, menos dependiente del gas, es positivo para un territorio. Ahora bien, esto no significa que no se vayan a generar impactos. Los territorios que dependen de la exportación de materias primas buscarían otros socios estratégicos fuera de la Unión Europea. Habría una fuerte reconfiguración en el contexto internacional.
Jesús: Si tomamos como referencia el planteamiento de Josep Borrell [Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad], la Unión Europea es el lugar más privilegiado del planeta en términos de bienestar y de seguridad, pero nuestro bienestar depende energéticamente de un impresentable como Putin y de otro impresentable como Xi Jinping en términos de consumo. Para colmo, nuestra seguridad depende de Estados Unidos. Aunque tenemos intereses comunes en muchos asuntos de la agenda internacional, no siempre compartimos las mismas posiciones y prioridades. El problema derivado de la dependencia actual es que Washington nos arrastre a implicarnos en una línea de acción que no sea beneficiosa para nuestros intereses como, por ejemplo en China, o que, como en el Sahel, no atienda nuestras peticiones de colaboración para hacer frente a problemas que repercuten directamente en nuestra seguridad.
Por tanto, parece que el rumbo de la Unión Europea está en corregir esas tres dependencias -energética, de manufactura y de seguridad- si no quiere ser un actor irrelevante en el mundo. Esta visión, lejos de incorporar un modelo distinto, obliga a la UE a competir en el mismo campo de juego que China y Estados Unidos para ser su igual. Aún estando de acuerdo con Alfons, para mí el problema vuelve a ser el de los plazos porque nadie va a esperar por nosotros. Supongamos que la Unión Europea se toma en serio ese cambio de modelo, en el recorrido otros tomarán la delantera y la convertirán en un actor subordinado. ¿Quién quiere ser subordinado? En principio nadie y eso aumenta la dificultad para llegar hasta ese medio plazo en el que podamos decir: “Fijaos, tengo otro modelo y encima funciona”.
Raúl: Todo indica que la extracción y consumo de combustibles fósiles va a disminuir significativamente. Por otro lado, han aparecido nuevos actores clave en el cambio de modelo energético, como son los países que poseen metales estratégicos, y los que controlan su procesamiento. ¿Cómo afectará la transición energética a la geopolítica?
Jesús: En este momento el centro de gravedad de los asuntos mundiales está centrado, y lo va a estar en las próximas décadas, en el Indo-Pacífico. Hay una competencia entre Estados Unidos, que quiere mantener su hegemonía, y China, que aspira a esa misma posición de líder mundial. Las máximas tensiones se van a producir en esa zona pero, obviamente, con repercusión en todo el planeta. Por otro lado, estamos viendo un renovado interés por África. ¿En qué términos? ¿en términos de bienestar o de desarrollo africano? Obviamente no, lo que hay es una competencia por recursos escasos con un componente que se añade a los que ya teníamos que es el tecnológico. Ahora mismo estamos en una carrera tecnológica entre dos gigantes porque entienden que a los ámbitos de competencia terrestre, naval, marítimo y cibernético se añade el espacial, y eso necesita recursos. Lo que preveo es más competencia por controlar esos territorios, por tenerlos de su lado.
En el marco económico hegemónico, la Unión Europea es la peor dotada, sin petróleo ni gas. Sólo con un modelo energético completamente distinto, los europeos podríamos tener algún protagonismo en esta historia, y sólo con un modelo energético distinto los problemas que lleva generando desde hace décadas Oriente Medio desaparecerían, en la medida en que no dependeríamos de sus recursos.
Lo ocurrido a lo largo de las tres últimas décadas en Oriente Próximo lo podemos ver mañana en el Sahel o en América Latina, donde se da esa competencia entre gigantes, y eso me indica que no hay un interés claro por buscar otro modelo distinto. Los nuevos nichos de competencia entre los grandes, entre los gigantes, siguen el viejo modelo.
Alfons: No está claro que haya una sustitución del mapa geopolítico fósil por el mapa de los minerales críticos necesarios para la transición verde de base tecnológica. Lo que ocurre es que ahora se ha añadido una nueva capa de complejidad al mapa anterior donde esos materiales, que hasta hace poco tiempo no eran estratégicos, ahora son estratégicos para la transición del modelo económico. Pero, y el pero es grande, para extraer esos minerales y transportarlos hasta las zonas de refinamiento, procesamiento, manufactura y venta necesitamos hidrocarburos. La minería no funciona con renovables, funciona principalmente con diésel y otros derivados del petróleo, igual que el transporte. Me gustaría poner sobre la mesa este hecho porque a veces se piensa que todo girará alrededor de los minerales críticos pero realmente lo que supone es que se añade una nueva capa de complejidad a una que ya existe, y que no va a desaparecer, que es la de las relaciones de los hidrocarburos.
La Agencia Internacional de la Energía dice que entre el 2020 y el 2040 la extracción de litio se multiplicará por 42, la de cobalto por 25, la de níquel por 21, la de tierras raras por 8. Eso significa cantidades ingentes de petróleo para su extracción y territorios que sufrirán los impactos. En el modelo de crecimiento verde la tecnología está muy arriba en la pirámide jerárquica de las decisiones sobre la transición energética, por eso digo que es una transición energética de base tecnológica. Podría haber otras, pero la que se está proponiendo es de base tecnológica y esa tecnología lleva unos ingredientes que están repartidos en el mundo de una manera muy concreta. Las instituciones internacionales como la Agencia Internacional de la Energía plantea diferentes escenarios climáticos que cuanto más ambiciosos son y más alineados están con el Acuerdo de París, más minería necesitan y, por tanto, conllevan un mayor impacto sobre los territorios de extracción. Eso es una realidad muy dura.
Raúl: Al hilo de esta reflexión sobre estos nuevos polos de complejidad geoestratégica ¿creéis que hay alguna posibilidad de que no se repita lo peor del extractivismo neocolonial?
Jesús: En la medida en que siga habiendo competencia por controlar los recursos, no tengo ninguna duda de que va a seguir la misma pauta. La única vía de salida pasaría por empoderar a las poblaciones locales para que tengan voz. Básicamente en las etapas anteriores las poblaciones afectadas no han tenido voz ninguna. En la medida en que la tengan, y teniendo en cuenta que hoy en día los medios de comunicación permiten replicar y multiplicar el efecto de lo que se dice en cualquier rincón del planeta, será posible limitar determinadas prácticas depredatorias o de abusos. No mucho más allá.
«La propuesta es dar voz a las comunidades, pero todo enfocado al sí a la extracción»
Alfons Pérez
Alfons: Estando de acuerdo con Jesús, la duda que me surge es si, con el orden de magnitud de la demanda que está generando esa transición verde de base tecnológica, seremos capaces de darle voz propia a los territorios. ¿O nos apropiaremos de esta voz para que básicamente digan sí a la extracción? Porque eso es en buena medida lo que está pasando, incluso con los gobiernos y los nuevos progresismos de América Latina. La propuesta es dar voz a las comunidades, hacer copartenariados público-privados comunitarios donde haya compensaciones claras, pero todo enfocado al sí a la extracción. Si en algún momento los países del Sur Global tuvieron que responder a la demanda del desarrollo, ahora es como si tuvieran que responder al bien superior de la transición verde para resolver un problema que ellos no han provocado y en cuyas ganancias, si es que las hay, no van a estar involucrados. Así pues, la cuestión es, con ese volumen de demanda, ¿hasta qué punto podremos dar voz a las comunidades afectadas para que puedan decidir de manera soberana, libre e informada sobre su futuro y sus territorios?
Raúl: Los países de la UE son los mayores responsables históricos de la crisis climática y el agotamiento de los recursos naturales ¿Qué debería hacer una UE del poscrecimiento para asumir su responsabilidad y reparar los daños causados?
Alfons: El asunto de la reparación tiene un pasado y de ahí la complejidad de la respuesta. Hay instrumentos en el contexto internacional que si se tomarán en serio tendrían esa caracterización de reparación. En las negociaciones climáticas de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y en el Acuerdo de París y las negociaciones posteriores hay instrumentos como las ‘pérdidas y daños’ que reconocen los impactos que el calentamiento global está teniendo en los países del Sur Global y que no han generado ellos, pero hay que dotarlos de financiación. La transferencia de fondos de cien mil millones de dólares aprobada en la COP de Copenhague en 2009 para los países afectados no se ha cumplido y, aunque seguramente insuficientes, debe completarse.
Jesús: Con los pies en la tierra, ni se me ocurre pensar en una nueva organización internacional, un nuevo acuerdo o un nuevo tratado. Bastaría con cumplir lo que se ha firmado. Los programas de reconversión y condonación de deuda, la reforma de la arquitectura financiera internacional, el comercio justo, la transferencia de tecnología Norte-Sur y la clásica ayuda al desarrollo -tan siquiera aquel mítico objetivo del 0,7 por ciento dedicado a la ayuda oficial al desarrollo- nos permitirían avanzar mucho con respecto a lo que tenemos ahora.
«Tengo mis dudas de que los Lula, Boric, Petro y compañía vayan a salirse de un juego que consiste básicamente en dejarse cortejar por unos y por otros»
Jesús Núñez
Añadiría, por otro lado, que tengo mis dudas de que los Lula, Boric, Petro y compañía, y lo mismo me vale para Indonesia y para otros lugares, vayan a salirse de un juego que consiste básicamente en dejarse cortejar por unos y por otros e intentar sacar lo mejor de Pekín, tratar de sacar lo mejor de Washington y tratar de sacar lo mejor de Bruselas. El juego vuelve a plantearse en términos cortoplacistas intentando sacar ventaja de la competencia entre los grandes por algo que codician y que tú tienes en tu propio territorio. Ya veremos luego cuáles son las repercusiones de jugar a ese juego.
Raúl: ¿Cómo encajan actores como las grandes corporaciones multinacionales en un escenario sin crecimiento económico? ¿Los ISDS (el arbitraje de disputas entre Estados e inversores) supondrán un obstáculo a la hora de impulsar el poscrecimiento?
Alfons: Se me hace difícil pensar que las empresas transnacionales puedan convivir con un modelo de poscrecimiento cuando están diseñadas para el crecimiento, obsesionadas por los resultados trimestrales, por la repartición de dividendos. La UE está poniendo incentivos públicos encima de la mesa para poder dirigir a esos actores transnacionales hacia algo que se parezca al crecimiento verde del Pacto Verde Europeo. Los fondos de recuperación verde europea, los Next Generation EU, se pueden leer de muchas maneras, también como un incentivo de política industrial para dirigir las empresas hacia ese nuevo horizonte con una pátina algo diferente. Pero esos actores tienen una autonomía muy fuerte, son garantes del crecimiento económico, y yo no creo que puedan encajar en un modelo de poscrecimiento.
En cuanto a los ISDS no son espacios de garantía de los derechos sociales, son espacios de garantía de los derechos comerciales en los que las empresas transnacionales siempre tienen las de ganar. Históricamente los tribunales de arbitraje han fallado de manera muy abrumadora contra Estados que han probado a hacer políticas progresistas. Ha sido un instrumento de freno o de amenaza para los Estados.
Jesús: Yo diría que estamos en el último asalto de un combate que empezó con Reagan y Thatcher y su formulación de que el Estado es el problema y los mercados la solución. Desde entonces no solo se ha desregulado el mercado de capitales sino que las empresas multinacionales han conseguido un protagonismo que está muy por encima de las capacidades de cualquier gobierno nacional. Como apunte esperanzador, la pandemia y la crisis económica de 2008 han mostrado la necesidad de que los Estados vuelvan a recuperar cierto protagonismo, y es ahí donde encaja esa Unión Europea que ahora, con los incentivos a las empresas, intenta llevarlas por el camino del Pacto Verde Europeo. Por tanto, en la medida en que los Estados y organizaciones internacionales recobren cierto protagonismo se conseguiría que un actor creado precisamente para un modelo de crecimiento permanente acabe modulando su comportamiento.
Nos quedaría otra vía desde nuestro privilegio de consumidores, en la que tomamos conciencia de qué y cómo consumimos para intentar determinar el comportamiento de las empresas. Pero no me atrevo a ir mucho más allá porque se me hace difícil ver cómo reconducir una dinámica que ha elevado a las empresas multinacionales a una altura a la que no llega prácticamente ningún gobierno nacional. Creo que ese será uno de los mayores obstáculos para el cambio de modelo.
Raúl: ¿Esta nueva Europa del poscrecimiento necesitaría un cambio en la gobernanza o está bien como está? A nivel global, ¿deberían ampliarse las funciones de la ONU?
Jesús: Voy a los hechos: 1995, 50º aniversario de la ONU, ha terminado la Guerra Fría. Se abre una ventana de oportunidad para la reforma y para tener un organismo que gobierne la globalización. No se consigue nada. 2005, informe del secretario general Kofi Annan, muy relevante, que planteaba que no puede haber desarrollo sin seguridad, no puede haber seguridad sin desarrollo, y no puede haber desarrollo ni seguridad si no hay respeto pleno de los derechos humanos. Se busca no solamente cambiar el Consejo de Seguridad sino convertir al ECOSOC (Consejo Económico y Social) en un órgano ejecutivo con capacidad para gestionar el tema del desarrollo en términos amplios. El único resultado es que la Comisión de Derechos Humanos se convierte en Consejo de Derechos Humanos. Año 2020, 75º aniversario de la ONU, su reforma ya no está en la agenda. A día de hoy la reforma del órgano de gobernanza de la globalización no está en la agenda, tan sencillo como eso, tan crudo como eso.
Raúl: Parece un panorama bastante oscuro. ¿Queda lugar para la esperanza?
Alfons: Yo me declaro un militante en la esperanza, pero no es una esperanza del todo irá bien. El autor Richard Heinberg habla de optimismo mortal o de pesimismo útil. Yo soy del pesimismo útil porque, a pesar del difícil escenario internacional, siempre hay ventanas de oportunidad para hacer cosas. Es verdad que la tercera década del siglo XXI está siendo bastante abrupta, pero también es verdad que una parte de ese pronóstico ya venía haciéndose desde hacía años. El contexto internacional de crisis global nos traerá un futuro repleto de excepcionalidades que son los escenarios con los que siempre hemos trabajado, lo que pasa es que cuando proyectamos transiciones verdes o ecosociales, básicamente lo hacemos sobre la idea de normalidad. Creo que tenemos que incorporar las excepcionalidades progresivamente en nuestros procesos políticos y en nuestras propuestas. En un documento europeo reciente sobre la transformación de la industria europea, el Net-Zero Industry Act, se expone que la seguridad del suministro energético será un problema esencial para la sostenibilidad del modelo económico de crecimiento y, en último término, del orden público y de la seguridad. Es la primera vez que veo un documento sobre industria o energía que hace referencia al orden público. Así que incluso las instituciones europeas empiezan a prepararse para las excepcionalidades.
«En los momentos más oscuros surgen redes de apoyo mutuo entre personas necesitadas, apareciendo lo mejor de nosotras»
Alfons Pérez
La escritora americana Rebecca Solnit escribió sobre la forma en que se organizan las comunidades en los momentos de excepcionalidad y cómo, incluso en los momentos más oscuros, las personas no somos tanto Adam Smith ni transitamos sobre el darwinismo sino que también somos Kropotkin o Margulis. En esos momentos reforzamos nuestra parte cooperativa y, como se vio en la pandemia, surgen redes de apoyo mutuo entre personas necesitadas, apareciendo lo mejor de nosotras.
Jesús: Desde luego me apunto al pesimismo útil en el que llevo instalado bastante tiempo. Yo diría que mi esperanza está depositada en el individuo y en la capacidad, de quienes tenemos el privilegio de ser ciudadanos, para elegir a nuestros representantes políticos y para reaccionar ante la situación, pero entendiendo que enfrente hay actores con mucho más poder a la hora de seguir imponiendo su agenda a corto plazo. El asunto es conseguir una masa crítica suficiente con capacidad para influir en los que llevan el timón.