Es obvio que la relación entre la libertad y la seguridad es atrayente. La filósofa Hannah Arendt escribió que la libertad está conectada con la abertura al futuro: cada acción comporta una reacción en cadena de efectos impredecibles e inesperados. Esto es lógico y casi obvio. Si todo estuviera determinado, no habría lugar ni espacio para tomar decisiones. Y una vida en la que todo está fijado no merece la pena vivirse. ¿Pero cuán libres
somos? ¿Debería ser todo inseguro? ¿Una vida con una gran dosis de incertidumbre, no comportaría un gran miedo?
Con ochenta y cinco años, el sociólogo Zygmunt Bauman -después de sesenta años de investigación-, señaló que todas las personas necesitamos en nuestra vida libertad y seguridad. Son como dos gemelos siameses. En una sociedad equilibrada, estos dos conceptos están siempre conectados. Bauman describió nuestro tiempo como “modernidad líquida”. Todas las instituciones que nos proporcionaban seguridad (naciones estado, familia, etc.) se han disuelto en mareas líquidas de personas (de turistas a refugiados), capitales y artículos que nos proporcionan poco o nulo apoyo.
Debemos superar este momento y construir uno nuevo transformando nuestro mundo en una sociedad socio-ecológica. Necesitamos una libertad equitativa para todo el mundo para crear y conectar una economía y una forma de vivir que consuma diez veces menos recursos del planeta. Ciertamente, en estos momentos de inestabilidad este inmenso desafío genera inicialmente mucha inseguridad y resistencia. Por ello es importante formular los cambios necesarios como proyecto social constructivo para el futuro; un mensaje politizado de esperanza del que extraer la seguridad necesaria para el largo camino hasta su plasmación. Es responsabilidad del movimiento Verde y de su representación política jugar un papel clave en el camino que tenemos delante. No es un momento únicamente para análisis afinados e ideas inspiradoras, necesitamos movilizar a la gente por su futuro.