Por Cecilia Carballo
Artículo publicado en La Marea
Sin embargo, hacer el ridículo en el espacio multilateral, no parece importarle mucho al Gobierno de Mariano Rajoy. De hecho, el adelanto de las emisiones que se hizo público en agosto confirma que, al igual que el año anterior, se produce un incremento de las emisiones de más de un 3%. Este dato evidencia que las anteriores reducciones observadas se deben exclusivamente a hechos coyunturales y no a una auténtica descarbonización de nuestra economía.
Pero los malos datos de España no son los únicos preocupantes. Aun suponiendo que todos los países hagan todo lo comprometido y efectivamente cumplan con lo presentado en sus contribuciones nacionales, la temperatura de la Tierra seguirá aumentando en 2,7 grados, una desviación significativa de la meta. O lo que es lo mismo, la comida servida en la mesa no es suficiente para satisfacer el hambre.
El Acuerdo de París supuso la apertura de una ventana de oportunidad, pero será en esta COP22, que afronta su segunda semana en la ciudad marroquí de Marrakech, donde comienza la verdadera lucha.
La reunión de Marrakech les parecerá menos glamurosa que la de París pero para nuestro futuro es, sin duda, más importante. Aquí es donde las “modalidades, procedimientos, directrices” (MPG) deben desplegarse y donde la diplomacia económica no puede continuar seducida por la mano (in) visible de las transnacionales. Acordémonos de que la palabra “adecuados” se calló de París porque lo adecuado para unos no es siempre lo adecuado para todos, y sobre todo, no suele ser acorde a lo que quienes defienden el interés general y la justicia climática entienden.
Los debates girarán en torno a la movilización de recursos incluyendo el incremento de la ayuda financiera a los países en desarrollo, la transferencia de tecnología incorporando la ayuda técnica para construir políticas de desarrollo “limpias”: energías renovables, transporte y vivienda menos devoradores de energía, nuevas prácticas agrícolas, etc.
La regulación de los mercados de carbono, la descarbonización de las economías (incluyendo el control de los incentivos al carbón) también serán objeto de las discusiones, al igual que la definición de las reglas de transparencia entre los Estados y la presentación de metas nacionales de cara a 2050.
El debate sobre cómo pagar el coste de la transición y quién o quiénes deben de pagarlo es el caballo de batalla COP tras COP.
¿Cómo hacer que los fondos estén disponibles para la puesta en marcha de políticas de mitigación y actuaciones de adaptación en los países en desarrollo? Mientras que el artículo 9 del Acuerdo de París dice que los países desarrollados “proporcionarán” recursos financieros para ayudar a los países en desarrollo, no hay ninguna mención de cómo, cuánto y qué cuenta como recursos financieros. Estos serán nuevamente discutidos en esta COP22.
Todos nos acordamos de los ya conocidos 100 mil millones de dólares prometidos cada año de aquí a 2020, para facilitar el trabajo y coste de la transición de los países en desarrollo. De éstos, 67.000 millones ya han sido anunciados por distintos actores (Estados, bancos multilaterales). Ahora hay que verificar si del anuncio se pasa a que se trate de fondos comprometidos y se avanza en mayores contribuciones.
Estos días también deberán clarificarse cuestiones comerciales, tales como qué hacer cuando hay un choque entre los acuerdos climáticos y, por ejemplo, la OMC. Por ejemplo, si una compañía brasileña exporta su producto más barato porque ha recibido una subvención para el uso de tecnologías verdes, ¿es esta promoción de la inversión compatible con algunas de las directrices de la OMC? O bien, ¿cómo regular los modos de producción de bienes importados, si se piensa que el país exportador tiene regulaciones laxas de carbono?
Desde la Fundación EQUO estaremos muy pendientes de la COP y del trabajo que desarrollamos estos días en Marrakech con otras fundaciones afines. Es necesario alcanzar acuerdos justos que tomen en cuenta la responsabilidad histórica de los países desarrollados por el cambio climático.
El planeta debe reducir “de manera urgente y radical” sus emisiones de gases de efecto invernadero si efectivamente queremos evitar una “tragedia humana”. Si no queremos que el sistema económico destruya los fundamentos de su propia existencia. Aboguemos para que lo necesario en el terreno ecológico sea al mismo tiempo lo razonable en el terreno económico y social.